Chaise longue, comodidad vs espacio

Sin duda, el sofá tipo chaise longe es el sofá de moda. Sin embargo, en el momento de escogerlo surgen dudas lógicas en torno al mismo, principalmente relacionadas con el espacio. Por su diseño ¿ganaremos o restaremos plazas?

Dónde y cómo lo coloquemos puede suponer el aprovechamiento de una zona muerta, o por el contrario, resultar poco práctico especialmente si recibimos visitas. La comodidad es su mayor cualidad, ya que permite recostarse y disfrutar con los pies en alto de un rato de lectura, o ver la televisión relajadamente. El problema surge cuando es un invitado el que tiene que ocuparlo como si de una silla se tratase. Entonces pierde su mayor ventaja al no poseer parte del mismo respaldo.

Lo cierto es que es perfecto para salones amplios, y se emplean muy a menudo para separar varios ambientes. Sin embargo, en espacios reducidos también hay que los aconseja para aprovechar al máximo las esquinas, por ejemplo junto a una chimenea o librería, rincones difícilmente útiles para otro uso. Además su forma de “L” permite ampliar la superficie útil del sillón.

Los chaise longue por todas estas razones se han impuesto a los tradicionales sofás en dos y tres plazas. Suelen presentarse en tres o cuatro plazas con uno de los asientos de mayor tamaño, situado bien a la derecha o a la izquierda, dependiendo de la distribución de nuestra estancia.

También existen modelos con o sin brazos, respaldos reclinables, asientos extraíbles, prácticos arcones para almacenaje, pufs laterales, repisas, o sistema relax para hacerlo aún más versátil y a la medida de los usuarios.

Se trata de un clásico renovado, que podemos encontrar en muy distintas opciones y dimensiones, aunque impera en el estilo moderno. Y a pesar de su evolución ha conservado esa función de procurar comodidad desde sus remotos inicios.

Como indica el término de origen francés, se trata de un “sillón largo”, pues destaca por su prolongación para poder estirar las piernas. Ya lo usaban los faraones en el antiguo Egipto, que usaban este elegante asiento  para recostarse. Y ganó fuerza con los años, ya que a los antiguos griegos y romanos  los encontraron perfecto para su popular costumbre de comer reclinados. La historia del chaise longue continuó con más o menos suerte hasta la Francia del siglo XVI, cuando la nobleza también eligió este mueble para dar un toque de distinción a sus palacios, hasta la actualidad en la que es sinónimo de sofá contemporáneo.

 

Fotos vía pedroortiz.com